Hace un algo más de un mes se generó un hecho político que
puede marcar los próximos años de Argentina y de la nueva expresión del
movimiento nacional y popular, cuyo eje es la expresión del Peronismo en el
siglo XXI, el Kirchnerismo.
Es indiscutible que el Peronismo es el ámbito en el cual se
resuelven, para bien o para mal, las contradicciones de la sociedad argentina.
Condición que se cumple, salvando algunas excepciones, desde 1945 a la fecha. Una de los requisitos para que se cumpla la
condición es la constatación de una Conducción definida, construida, y
sustentada por los sectores populares del país.
Los contendientes que se presentaron en las “primarias” como
Peronistas sumaron el 70 % del electorado, lo cual podría inducir a conclusiones
equívocas. Cristina obtuvo el 60 % de esos votos; por lo tanto, hubo un 40 % de
votos seducidos por candidatos que se autodefinen como peronistas no
kirchneristas.
Esta división, que se perfilaba desde el enfrentamiento con
los sectores agrupados en la Mesa de Enlace, ha terminado de delinear una nueva
realidad, ante la cual La Conducción ha ratificado su decisión de “generar” transversalidad
en detrimento de los que opinaban como imprescindible el abroquelamiento dentro
de la estanqueidad movimientismo/peronismo.
A partir del 14 de agosto se configura una nueva
transversalidad, en la cual Cristina amplía el horizonte de aquella vertebrada
en el 2007, y lo hace a través de una práctica peronista esencial, la de la inclusión. Todas las políticas del
gobierno nacional tienen esta centralidad distintiva.
La representación no sólo alcanzó a la mayoría del
Peronismo, a los sectores nacionales y populares no peronistas, a gran parte de
la centroizquierda y el progresismo, los cuales formaban parte del conjunto que
la acompañara en el 2007; sino que también sumó a sectores medios autodefinidos
como políticamente “independientes”, sectores que han tenido una tendencia histórica
de voto de centro o centro-derecha. No es precisamente el perfil de los
votantes de Macri, sino que es un conglomerado de individuos de sectores medios
desencantados con las expresiones políticas afines con sus ideologías y sus
propias experiencias. Más allá de la constatación del posicionamiento de los colectivos
políticos, es necesario destacar la importancia del impacto de la experiencia
kirchnerista en muchos jóvenes. Es una
nueva transversalidad que, como tal, es heterogénea, diversa.
Esta construcción reconoce un eje discursivo estructurante, “un
relato”, de múltiples facetas; pero que permite delimitar un “nosotros” y un “ellos”,
representado en un antagonista no político-partidario. Néstor y, ahora,
Cristina han logrado que se identificara la real jefatura de la oposición. Si el antagonista es el Jefe del oligopolio
mediático Clarín y su socio menor, queda en claro que el Kirchnerismo se
reserva para sí la Política. Los candidatos de la oposición no tienen ni
han construido liderazgo hasta el momento. Si en 1945 fue Braden o Perón, hoy
la contradicción se sintetiza en Cristina o Magnetto.
La esperanza de la derecha (peronista y antiperonista) ya
tiene nombre y el centro-derecha “progresista” esboza una alternativa. Macri y
Binner competirán o confluirán, nadie lo sabe, tampoco hoy importa.
Lo que sí importa, y debemos asumir los peronistas que nos
sentimos parte de este proyecto nacional y popular, es que tenemos una
Conducción definida, construida, y sustentada por los sectores populares del
país, y que La Conducción está edificando una nueva transversalidad para
profundizar el modelo dejando de lado espejismos de unidad inexistentes. Más
aún deben asumirlo aquellos compañeros que se sientan con los atributos para
seguir construyendo camino en el futuro…
No hay dudas, nunca se vuelve al pasado; ni tampoco es
conveniente coquetear con él, suele ser lapidario.
Jorge Etcharrán